La perfección, la linealidad, la respuesta correcta. La felicidad a golpe de pastillas. Montag es un ciudadano de esta distopía. Uno más de los que viajan en un tren que no toca el suelo, que forma parte de la metáfora vital del desprendimiento, del distanciamiento de la realidad, de la absoluta y penetrante frivolidad televisiva. Montag no es solo un ciudadano más, es uno de los ciudadanos ejemplares. El bombero que provoca incendios en vez de apagarlos. Él requisa libros como si fuesen el eje del mal, con una precisión encomiable. Es experto en los F 451, la temperatura en la que el papel empieza a arder. Pero incluso el hombre más fiel a las reglas, una vez, escucha, interacciona con Clarissa y se hace preguntas. Entonces se despierta su conciencia. Y una vez que la conciencia se despierta ya no se puede parar. Decide leer un libro. Piensa por si mismo. Ya no encaja en la sociedad alienada. No puede seguir en el engranaje perfecto. Este sábado podremos ver en el Círculo de Bellas Artes esta película dentro del ciclo dedicado a François Truffaut. Un filme donde los verdaderos protagonistas son los libros y lo mejor –sin intención de hacer spoilers– es el final, en ese mundo con sentido que se desarrolla al otro lado del río.
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Por Editora Madrid en LIFE HACK
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