Es raro escribir en este contexto sobre la ironía. No quiero que se mezcle en el texto, ni en la expo de Blanca Gracia, pero es imposible abstraerse del hecho de que han muerto doce personas por unos dibujos. A veces la sonrisa ácida y el humor cítrico que cuestiona los límites es lo único que nos queda para acercarnos a esa madeja de absurdos intocables. Siempre los hay, y no solo en cuestiones religiosas, también en la familia, la comunidad de vecinos, en el trabajo. Cada grupo tiene los suyos y está presto a indignarse y poner el grito en el cielo (no se tenga en cuenta la ironía esta vez) en cuanto se roza su deidad, su creencia establecida o la santa pátina que tan bien les viene a algunos para evitar, más que hacerse preguntas, dar respuestas. La ironía es la única que se atreve a veces a acercarse a la madeja enredada, y a sacarnos una sonrisa algo cínica, que cuando acierta desactiva los protocolos de indignación y aspavientos de los del enfado fácil. Blanca Gracia saca unas cuantas de esas sonrisas irónicas en su última exposición. Poco más voy a decir, id a verla y no haced caso de eso que dice cuando se le pregunta, eso de que que huye de la sociedad y habla de otros mundos. Id y ved el suyo, como muestra, aquí os dejo alguno de los textos que me he encontrado en su obra: “Mensajes a ninguna parte tras la caída de la red de entramado mundial”; “Perpetuando una agresión fantasma intermitente”; “Niño blanco secuestrado por apaches ya nunca tendrá estudios superiores” o el que veis en la imagen: “Impostores retratados en un momento de dudas”.