Maleza viva, by Gemma Pellicer

Miro al espejo, soy yo, ese viejo que ronca y lleva un niño dentro. Me sirve la página 37, que suma par, para hendir el cuchillo y ver cómo como brotan los relatos cortos, los aforismos, las sentencias, los amaneceres y las oscuridades, que se enredan en unas sábanas pintadas de letras. Esos sueños guardados en sacos de derrotas y maleza viva. Mires donde mires la palabra cobra vida y se eleva, de una vez, dentro de un globo que se pierde en el cielo. El presente estalla sin remedio, implacable, frente al pasado remoto y el futuro incierto. En la bolsa viaja abrigado hasta que reposa, con respiración lenta, en uno de los abarrotados anaqueles. Cada vez que agitado peregrino a él, deber de cada día, siento como el verbo durar tiende a infinito y la orilla perdida aún queda lejos. En ese momento el corazón palpita con furia antigua. Lo que de verdad importa es el destello que anhela permanencia entre tanta hierba seca, brotes de insolencia en mitad del barro y el légamo editorial, pequeños bocados que explotan en tu cabeza, sin vigilancia alguna. Alumbrada vivencia.

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